
En la profundidad del bosque,
Llegan los ecos de los pájaros, el cencerro de la vaca y un lejano ladrido.
El sol nos arropa con sus últimos rayos,
Y las montañas con sus cumbres,
Coronan el manto azul del cielo.
Parece que el tiempo no fluya,
Y se haya parado en la inmensa plenitud del campo.
Parece que la eternidad,
Reine nuestros días y la paz bese nuestros labios.
En la inmensa quietud,
Se escucha el rumor del silencio, de la vida, de los montes,
De un mundo ya desconocido e impuro para muchos de nosotros.
Rosa
Llegan los ecos de los pájaros, el cencerro de la vaca y un lejano ladrido.
El sol nos arropa con sus últimos rayos,
Y las montañas con sus cumbres,
Coronan el manto azul del cielo.
Parece que el tiempo no fluya,
Y se haya parado en la inmensa plenitud del campo.
Parece que la eternidad,
Reine nuestros días y la paz bese nuestros labios.
En la inmensa quietud,
Se escucha el rumor del silencio, de la vida, de los montes,
De un mundo ya desconocido e impuro para muchos de nosotros.
Rosa