martes, 6 de abril de 2010

HAY MOMENTOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO...




Entre los vientos de marzo escucho el reloj como marca las doce de la noche. Estoy sola, en la inmensa quietud de la noche, y como otras tantas veces me dispongo a coger el vertiginoso vacío de papel y escribir, aunque en esta ocasión creo que será muy diferente.

Hoy no me dirijo ni a mi misma, ni a ningún sentimiento, ni paisaje, ni lugar… Porque esto es algo más mágico y especial que cualquier lugar o paisaje que podáis imaginaros. Quizás hasta con palabras no se pueda expresar, pero hoy necesito contarlo.

Empezaré por el principio, me llamo Rosa María tengo 19 años y me puedo considerar una persona afortunada. Sí, tengo salud, tengo estudios pero sobretodo pertenezco a una familia. Mi familia, mmm... como lo diría es una familia extensa: 5 tías, 2 tíos, 5 primos, 3 primas… Cada uno transmite algo: Seriedad, hospitalidad, cariño, alegría, generosidad… Pero de entro todos, sé que hay dos personas a las que verdaderamente no podría descifrar qué y cuanto nos llegan a aportar. Cada vez que entro en su casa y los observo detenidamente me vuelvo a hacer la misma pregunta: ¿Que será el amor? ¿Es andar juntos paseando? ¿Es susurrar al oído palabras que has escuchado en alguna de tus películas favoritas? ¿Es bailar pegados buscando provocar al otro?

Cuando salgo de su casa, pienso que no, que el amor no es solo eso. Quizás su amor es un vuelo alto, libre, que no se desvanece, sino que se engrandece ante las diferencias entre los dos. Es estar al lado del otro, y no haber sentido nunca la soledad, ni el miedo. Es compartir los días angustiados y saber que saldrás adelante, porque el otro está allí. Es velar por su vida, y sentir que cada día es único porque lo puedes compartir con esa persona a la que amas.
Creo que a ninguno de los dos les importaría caerse en el vacío más temido porque saben que estarían juntos, porque han compartido 50 años de risas, llantos, caídas, triunfos, angustias, alegrías… Qué hermoso y qué sufrido es el amor, ahora pienso… Pero hoy en este pueblo remoto y acogedor de Andalucía, en el que escribo siento una especial felicidad al ver que a pesar de los pesares mis dos abuelos continúan juntos. Por ellos, por todo lo que han luchado hasta encontrar una nueva vida, por formar una familia y ofrecerles apoyo y cariño aunque algún día el pan no llegara para todos, por envejecer juntos y estar hoy junto a nosotros. Por esto y por tantas otras cosas, les deseo: Que sean felices, eternamente.


Rosa Marín